lunes, 24 de septiembre de 2012

Rudeber Pereira, inventor del primer encendido automático de luces automotrices


Una locura transformada en destello

Rudeber  Pereira: "Pensar, dibujar, no dormir, son estados mentales que nos llevan a una invención.”
El antecedente uruguayo de un estándar internacional de la moderna electrónica automotriz se basaba en la intuición de un técnico del barrio La Comercial, y en su profundo conocimiento de los principios físicos y mecánicos de la electricidad. Otras de sus innovaciones: el sistema extractor de gases del inodoro (NOLOR), la escalera versátil STA, el spiedo manual, y su última creación, la baranda aséptica. Rudeber Pereira Mendiola, fallecido en 2013, a los 87 años, fue el piloto aeronáutico con brevete de mayor edad en el país, reconstructor de aeronaves que hicieron historia en el Aeródromo de Melilla, entre tantas, su memorable Aeronca.

Sobre la base del fasciculo N°6 de la serie Inventos e Innovaciones Uruguayas. Trocadero Gabinete DDiseño, para el diario El País, setiembre de 2011 (ampliado y corregido). Fotos: Alejandro Sequeira y Archivo Pereira.

Era pleno mediodía de fines de julio de 1961, no más de una semana después de inaugurado el túnel que aún comunica a 18 de Julio con 8 de Octubre. Un automóvil Fiat Balila 1934 avanzaba con lentitud, rumbo al por entonces novedoso paso subterráneo. A medida que se acercaba, a muy pocos metros, todos los sentidos del conductor estaban puestos en un sonido inminente, que también aguardaban su esposa y su hija pequeña. Cuando el auto ingresó a la oscuridad, hubo un leve “click” salido desde una improvisada caja ubicada en el techo. En ese mismo instante se prendieron las luces de posición, sin que el chofer accionara un interruptor. Sus cálculos electromecánicos no habían fallado.
Una historia real que describe la primera vez que funcionó un encendido automático de iluminación automotriz. El sistema había sido patentado dos años antes, por el técnico mecánico y electricista Rudeber Pereira, según consta en un documento de la Oficina de la Propiedad Industrial de Francia, con sede en París, fechado el 29 de abril de 1959. “Para mí es inolvidable aquel sonido previo a que las luces se encendieran”, afirmaba el inventor montevideano.
Mantuvo la patente internacional hasta 1975, cuando decidió no renovarla, porque no había conseguido interesados en su innovación, pero, además, porque le resultaba imposible cumplir la exigencia legal de pagos anuales en francos franceses. Aún después de la liberación de su propiedad intelectual, la invención no fue utilizada hasta la década de 1990, cuando ingenieros automotores franceses crearon sistemas de luces automáticas que en la actualidad son estándares industriales. “No debo decir que me copiaron. Es imposible que hayan sabido que treinta años antes, un loco andaba por Montevideo, en una cachila a la que se le prendían solas las luces”, reconoce.
El sistema fue concebido y diseñado entre 1957 y 1959, en una casa de la calle de Municipio (actual Martín C. Martínez) entre Galicia y La Paz. “Una noche salía de ver una película con mi familia, comentándola, manejé todo el trayecto hasta nuestra casa con las luces apagadas. En ese momento tuve la necesidad de crear un procedimiento a prueba de distraídos.”
Fiat Balila 1934. Fue equipado por
Rudeber Pereira, a comienzos de
la década de 1960, con el primer
encendido automático del mundo.
(Archivo Arq. Diana Pereira)
El único prototipo del mundo fue instalado en el Fiat Balila que conserva la arquitecta Diana Pereira, hija del inventor, en su casa del Pinar. En aquellos años fue estudiado por ingenieros franceses que aprobaron su registro como una novedad de elevado valor tecnológico, que merecía ser protegida por una patente internacional. “Las lámparas se encendían automáticamente de noche, o cuando el auto pasaba por un sitio oscuro. No era extraordinario: respondían a la ausencia de estímulo los fotones, mediante un circuito que funcionaba a partir de una lámpara fotoeléctrica de cine parlante. El sistema se basaba en la excitación que producían los fotones sobre una lámpara fotoeléctrica. La gran dificultad se presentaba porque en aquel momento no se conseguían lámparas fotoeléctricas en nuestro mercado, la única solución era usar lámparas fotoeléctricas de cine parlante que operaban a 32 voltios. Como el automóvil tenía una batería de 12 voltios fue necesario construir un transformador que la llevara a los 32 voltios que necesita el suministro de la lámpara. Pero para que un transformador funcione necesita alimentarse de corriente alterna. Como el sistema eléctrico del auto no poseía una corriente unidireccional discontinua que produjera la variación del campo magnético que generaría la corriente a inducir en el secundario del transformador; se la creó en base a un vibrador. El click que anunciaba el encendido o apagado se escuchaba en el momento de apertura o cierre de un relay inverso que utilizaba como interruptor. Era bastante ingenioso, pero, visto hoy, es como comparar una radio a válvulas con un equipo digital.”
El mecánico siguió innovando hasta el último día de su vida, mientras reflexionaba sobre el fenómeno cultural y económico de la invención y sobre la vida de los inventores. “Una idea tiene su tiempo, su espacio y sus necesidades. Si uno crea algo después que otros, ya es tarde; pero si concibe una novedad mucho tiempo antes, cuando el mercado no la necesita, es muy probable que se pierda o que luego alguien la concrete, y que no por ello sea un robo intelectual; sino sólo porque se ha transformado en una necesidad.” Y agrega: “un inventor requiere mucha disposición a la creatividad, a la originalidad, a la tenacidad, pero también recursos económicos y apoyos empresariales, institucionales y gubernamentales. Un invento deja de ser un sueño escrito o dibujado en un papel, cuando se transforma en un prototipo, y para que se desarrolle es necesario el dinero, mucho dinero.” Rudeber Pereira falleció en diciembre de 2013.

-“Después de una patente es necesario el trabajo multidisciplinario. Un biólogo, un médico, un ingeniero, un arquitecto, un diseñador, nunca deben faltar en un equipo desarrollador de prototipos, pero también es necesario un vendedor, porque lo más difícil es darle sustentabilidad comercial.”

Nolor fue una innovación
en instalaciones sanitarias
que demostró su eficiencia.
(Foto Alejandro Sequeira)
Nolor, la prueba del humo
Fue a principios de 2001 que Rudeber Pereira Mendiondo presentó por primera vez su dispositivo de eliminación de olores de inodoro, a empresas sanitarias y fabricantes de artefactos de baño. Esa tarde utilizó su infinita creatividad para sorprender a un público exigente. Ingresó en silencio al local donde estaba colocado su invento, y sin decir palabras, se sentó vestido sobre la tapa abierta del inodoro, mientras colocaba un cigarrillo humeante en el borde. Los presentes comprobaron allí, en la práctica, la eficiencia del novedoso disipador de vapores y olores. El humo desaparecía entre sus piernas, aspirado por la turbina. 
"El Nolor fue una idea que me ha dado muchas satisfacciones personales, aunque ninguna económica. Siempre la consideré una buena solución para el problema de los gases de ese gran invento sanitario que es el váter”, afirmaba Pereira. Fue proyectado en 1984 y patentado en 2001. Con mucho humor, sus familiares, amigos y colegas inventores le llaman El Chupaculo.

-“Tengo la inmensa satisfacción de haber visto muchas de mis locuras transformadas por otros en estándares industriales. Siempre le digo a mi esposa, que todavía faltan locuras por utilizar.”

Escalera versátil STA
Su diseño múltiple se basa en una fórmula (2A+B igual 64), utilizada en la construcción, que relaciona el plano horizontal de apoyo del pie (huella) con la altura que separa los escalones (contrahuella). En el caso de la escalera STA, patentada en 1984, la huella tiene una profundidad prefijada para su producción estándar e instalación rápida. Lo que varía dentro del sistema constructivo es la ménsula de fijación del escalón, que permite regular su ángulo para que siempre quede horizontal. “A partir de este dispositivo se obtienen escaleras que adaptan su desarrollo a cualquier localización, en base a la modificación de la relación de las contrahuellas. Es un recurso ideal para obras de reciclaje, en las que se suele alterar el espacio original”, anota la arquitecta Diana Pereira, una innovadora especializada en construcciones efímeras.

-“Uno sin querer se va dando cuenta que tiene ideas que no existen y que tiene capacidad para combinar fenómenos u objetos que consiguen nuevos efectos físicos.”

Spiedo manual
Desde su creación, en 1980, es el desarrollo de Rudeber Pereira que consiguió mayor éxito comercial. Se trata de un pincho que posee un embrague de fricción con un resorte que frena el giro del spiedo. “El asador lo va llevando mientras se toma una cañita”, decía el inventor, que lo fabricaba en su taller, y que lo vendía con manual de uso y recetario.

-“Los inventos nacen por una necesidad colectiva y luego son transformados en instrumentos útiles por el mercado.”

Intercambiador para jet dental
Es una innovación concebida para mejorar el desempeño del instrumento de higiene que permite extraer el alimento que se empaqueta en las encías. “El jet utiliza un chorro punzante de agua, para llegar adonde no puede el cepillo. Viene con un depósito para agua tibia y algún desinfectante, pero que no los conserva por más de uno o dos días. En este caso realicé un intercambiador de calor que permite entibiar el jet o renovar su contenidos.”

-“Los inventos me sirvieron para aprender y divertirme, pero jamás para ganar dinero.”

Baranda aséptica
Es la última innovación de Rudeber Pereira, creada en 2010 y en pleno estudio de patente. El inventor diseñó una baranda de plástico (por ejemplo, de policarbonato) con un mecanismo circuito interno que genera luz ultravioleta. “Es sencilla, barata, y reduce la posibilidad de contagio de enfermedades porque la irradiación constante sobre las paredes del tubo tiene un efecto bactericida muy amplio, aún para los microbios más resistentes. Mi idea es presentarla en el Ministerio de Salud Pública y en sanatorios privados”, explica, al tiempo que se propone formar un equipo multidisciplinario para desarrollar y mejorar el prototipo.”

-“Pensar, dibujar, no dormir, son estados mentales que nos llevan a una invención.”

Monsieur Bich
Rudeber Pereira fue uno de los directores y fundadores de BIC Uruguay. Desde 1963, esa empresa fue pionera en la importación de bolígrafos y luego continuó fabricando 50.000 por día.“Conocí a Marcel Bich en su oficina de la sede mundial de BIC, ubicada Clichy, al norte de París.” Bich era un noble del norte italiano (nacido en Turín), empobrecido en su juventud, que se enriqueció con la patente del bolígrafo (que le compró al húngaro Laszlo Biro). La primera vez que se reunió con el director mundial de BIC, lo presentaron como “ingeniero Pereira”. A lo que él respondió con ironía: “Si quiere fundir una empresa, contrate un ingeniero.” Pereira se retiró de la multinacional francesa a los 79 años.

Biro
¿Ustedes saben cuál fue el primer país sudamericano al que vino Laszlo Biro? –suele preguntar Rudeber Pereira, a manera de acertijo.
¡Vino al Uruguay! Los hermanos Biro se había radicado en Montevideo, llegados desde Budapest. Tiempo después que se fueron a Buenos Aires, yo compré un torno revólver de su taller de la calle Mercedes. ¡Los privilegios de la edad! –comenta el inventor.

Edison
-“Sin dudas fue un gran talento, que inventó o patentó instrumentos de uso diario en nuestras vidas: la lámpara eléctrica, los lentes bifocales, el cinematógrafo (una versión propia de la cinta creada antes por los hermanos franceses Lumiére), el fonógrafo, entre cientos y cientos de innovaciones. Pero tanto como inventor, fue un gran vendedor de sus patentes. Cuando creó los frenos neumáticos, se le ocurrió instalarlos en un ferrocarril, y llamó a los periodistas. En la primera prueba se acostó sobre las vías, para demostrar la seguridad de su sistema. ¡Vaya si le resultó! En el otro extremo, el creador del casete de audio, murió pobre y olvidado mientras la empresa que lo explotó ganó fortunas incalculables.”