martes, 23 de diciembre de 2014

Bar Iberia, crónicas de patrimonio e inmigración en la Ciudad Vieja de Montevideo

"Me saco el sombrero"

Historias contadas en un espectáculo musicalnarrativo, en francés, español y lengua de señas, y una exposición de sombreros que cuentan historias del boliche anfitrión, de sus parroquianos, sus objetos y de los oficios de quienes construyeron espacios democráticos de diálogo social, cultural, artístico. También es un homenaje a los inmigrantes que arribaron al país desde que fue inaugurado el boliche. 

Grupo Quartier Latino: Anne Vieu, voz y flauta dulce, Carlos de Arteaga, voz y guitarra
—Nicolás Mora: bandoneón.
—Armando Olveira Ramos: narración oral
—Alicia Brassesco: narración visual
—Mariana Corbo: narración en lengua de señas

Primera narración
El primer boliche de Montevideo nació antes que la ciudad. Sus propietarios originales: el marino criollo Pedro Gronardo, marino práctico de Río de la Plata, nacido en Buenos Aires, y el comerciante francés Jerónimo Jauretche, más conocido como Pistolete.
En la década de 1720 el capitán Gronardo cruzaba solo el estuario rioplatense que conocía como nadie. Su destino: la desembocadura del río Santa Lucía. Su trabajo: buscaba ganado silvestre que él mismo faenaba y transformaba en cuero que vendía a exportadores porteños que le pagaban muy bien sus servicios.
Una mañana de marzo de 1725, muy temprano, la cacería de ganado lo condujo hasta la desértica bahía que hoy llamamos Montevideo. Cuando iba a echar anclas cerca de la actual costa de Capurro vio hombres acampados, y sobre un rincón oculto, un par de barcos con las velas arriadas. Desde lejos reconoció que eran ¡portugueses! Seguramente, con las mismas malas intenciones de quienes en 1680 habían fundado aquel dolor de cabeza español llamado Colonia del Sacramento.
Gronardo no lo dudó, emprendió regreso urgente a Buenos Aires. Apurado le contó la mala noticia al gobernador Bruno Mauricio de Zabala, que de inmediato envió una flota que desalojó a los intrusos sin disparar tiros, y ¡fundó Montevideo!
Zabala solía ser muy generoso con quienes le demostraban lealtad, por supuesto, no era generoso con sus bienes, sino con los de la corona. A Gronardo le cedió el primer permiso comercial para atender a los soldados del nuevo fuerte que algunos llamaban “Montem Video”. El marino porteño se asoció con el francés Pistolete, que tenía cierta fama de habilidad “bolichera”; juntos instalaron una pulpería, a mediados de 1725, ubicada en el mismo espacio donde hoy se encuentra la Plaza Zabala.
Gronardo y Pistolete se enriquecieron vendiendo alcohol, alimentos y todo lo imaginable en una pulpería colonial, con clientes ávidos y un deudor que siempre pagaba: la corona española a través del gobernador Zabala. Fueron los primeros “bolicheros” de Montevideo.
Me saco el sombrero es un espectáculo musical y narrativo, en francés, español y lengua de señas, y una exposición de sombreros que cuentan historias del Bar Iberia, de sus emprendedores, sus parroquianos, sus objetos y de los oficios de quienes construyeron espacios democráticos de diálogo social, cultural, artístico. También es un homenaje a la Ciudad Vieja fundacional y a los inmigrantes que arribaron a este barrio histórico.


Quartier Latino es un dúo de música intercultural. Anne Vieu es francesa, Carlos Arteaga es uruguayo, emprendedores artísticos dedicados a los ritmos étnicos y a interpretar temas que evocan a la emigración como patrimonio compartido por todos nosotros.
Anne nació en París, Carlos en la duraznense Sarandí del Yí. Se conocieron durante el exilio de él y desde entonces siguen juntos, cada vez más juntos, en su linda casa de la rambla del arroyo Pando, en el Remanso de Neptunia. Anne es la voz del grupo e íntérprete de flauta dulce. Carlos es la segunda voz, mientras disfruta tocando instrumentos de cuerdas y percusión.
Nico Mora es compositor, guitarrista y bandoneonista, perdón, ¡qué bandoneonista! Nació en Montevideo, pero también vive en el Remanso de Neptunia. Para comprender de qué se trata su talento, basta mencionar que su trío instrumental (Mora—Etchenique—Ibarburu compartió escenario con Hugo Fattorusso ¡nada más! Voy a contarles algo que va contra mi trabajo: cuando Nico abraza su bandoneón, las palabras sobran.

Mariana Corbo narra nuestras historias en señas, una lengua universal, inclusiva, académica, que requiere estudio, ¡mucho estudio! conocimiento, compromiso con la diversidad, la igualdad y la accesibilidad a los bienes culturales, porque la cultura es un derecho humano.
Alicia Brassesco es museóloga, gestora cultural, curadora de arte, creadora de espacios patrimoniales, responsable del Museo del Gaucho ubicado en el Palacio Heber Jackson, de 18 de Julio y Julio Herrera Obes, uno de los más visitados y apreciados de nuestra ciudad. Ella diseñó la exposición de sombreros con percheros y espejos repletos de infinitas historias, que están allí para ser probados todas las veces que deseen, porque vamos a cantar, contar y jugar.
Me saco el sombrero es un homenaje a los boliches montevideanos, que resumimos en nuestros anfitriones: Babila Parcero, propietaria del Bar Iberia, gallega de La Coruña, que siempre tiene alguna historia de amor para contar sobre su esposo, el asturiano Antonio Alonso, notables emprendedor comercial que nos legó este espacio de auténtica democracia social.

También cuenta sobre quienes les continúan: Rosario, contadora de profesión, experta en finanzas del Banco Central, apasionada por el bar de sus padres; José Antonio, el hermano menor, que le dedica su vida al Iberia, y sobre un personaje increíble: Elisa Saad, la querida Chola, quien todavía sueña con ser escritora en su altillitto de la planta alta.
Me saco el sombrero se inicia con dos temas que tienen mucho que ver con el Iberia y con el compromiso de su gente: mantenerlo muy vivo.
—“Le Phoenix”, de Anne Vieu y Carlos Arteaga, interpretado en francés, y “Sólo se trata de vivir”, de Lito Nebbia, en español… porque para Babila, sus hijos, y los parroquianos, el Iberia es un sitio repleto de vida, donde la memoria renace cada día.
Allez la chanson! ¡Vamos a cantar!

Segunda narración
Medio siglo atrás el Iberia era una babel de lenguas, historias y costumbres. Los marinos rusos, polacos, griegos, portugueses, españoles que regresaban de pescar calamar y pez luna en el Atlántico Sur subían por la calle Florida hasta Uruguay y dejaban en este espacio sus anécdotas incomprensibles, sus melancolías y su sed insondable.
Aquí los recibían Antonio Alonso, su primo Ramón, ambos asturianos de Villarmarzo, un pueblo ubicado tan al oeste del Principado que casi se cae en la vecina Galicia. Tampoco faltaba el alma de este boliche histórico, la gallega Babila Parcero, esposa de Antonio y el inolvidable mozo Abel, leal empleado por décadas.
Entre 1980 y 1990 el Iberia fue el bar donde más se consumía cerveza en Montevideo. Los repartidores se lo decían cada vez que pasaban por el boliche.
A las siete de la mañana Babila ya estaba en su negocio, esperando al distribuidor llegaba con el camión cargado y se iba vacío.
¡Señora Alonso, arriba, que usted es la que vende más cerveza en Montevideo! —le decía el distribuidor.
Babila era una excelente cocinera. Hacía todo tipo de comidas para servir a sus clientes al mediodía, casi todas de olla, guisos, busecas, cazuelas de mariscos y muchas minutas. El bar estaba especializado en crear los mejores refuerzos de jamón y queso, de salame y queso, medialunas anchas y largas, con mucho fiambre, ni que hablar de los cortados sabrosos, impregnados de aroma a café recién molido y muy abundantes.

Tercera narración
El Bar Iberia fue abierto en la década de 1930 por el andaluz Manuel Garrido, hasta que en 1954 se lo adquirió Alonso con su primo Ramón Fernández y su paisano astur Avelino Villamil.
Hasta la década de 1990 el Iberia era el “Bar del Puerto”
En sus mesas se contaron infinitas historias y parroquianos de los más diversos orígenes. A su alrededor convivían: el SODRE, Teatro Odeón, BCU, Clearing de Informes, Cineclub Uruguayo, Cinemateca de Walter Dassori, Cinemateca de Marcha, Sastrería Valiante, casimires muy finos, y el Puerto de Montevideo.
Mesa 1: La Negra Johnson y Rosa Luna, con José Antonio en la Falda. La Señora del Carnaval y la Diosa de Ébano eran rivales en las tablas e íntimas en el Iberia. Rosa Luna vivía a la vuelta, en Paysandú y Florida.
Mesa 2: Joselito y el Niño de Utrera, cantantes flamencos que actuaban en el Teatro Odeón, celebridades de la música popular española.
Mesa 3: Walter Dassori, Manuel Martínez Carril, cuando Cinemateca Uruguaya quedaba en la calle Ciudadela. Se sumaba el crítico Juan Ángel Arteaga, Homero Alsina Thevenet.
Mesa 4: Adela Reta y Hugo Balzo, amigo personal de Antonio Alonso, con quien se queda horas charlando.
También estuvo varias veces Enrique Iglesias, luego que se inauguró el edificio del Banco Central en 1971. Iglesias es pariente de los Alonso, vecino de Arancedo, El Franco, el mismo pueblo de la célebre Corín Tellado.
Mesa 5: Carlos Quijano, Julio César Castro, Juan Carlos Onetti, y buena parte de la generación del 45, cuando un joven Hugo Alfaro era administrador y crítico de cine en Marcha. Hugo continuó la tradición cuando se abrió Brecha en 1985, aquí enfrente, en Uruguay y Andes. A él y a Samuel Blixen les encantaban los sándwiches de de jamón y queso con un buen cortado de la casa, exquisito y generoso.
Mesa 6: Hugo del Carril, que actuó varias veces en el Odeón.
Un parroquiano inolvidable fue José Antonio Rezzano, un emblemático ciudadano de la Ciudad Vieja: Fosforito, el Chaplín uruguayo. Casi todas las mañana pasaba por el Iberia, miraba para adentro y si veía a las hijas de Babila y Antonio, jugaba con sus castañuelas para ellas. A cambio del espectáculo, Antonio le servía un vaso de vino que tomaba en el mostrador, y seguía camino entre dos carteles publicitarios.
Hoy vienen a desayunar muchos bailarines del SODRE, contadores del BCU, para quienes el capuchino o el cortado del Iberia es casi adictivo.

Cuarta narración
La mañana del Viernes Santo de 1958, Babi estaba en su pequeño apartamento de Ramón Anador, planchando la ropita de su primera hija, María del Carmen, que todavía era una bebé. Antonio se había ido al Iberia, porque iba a abrir un poco más tarde aprovechando el feriado.
Tenía la radio prendida, con el informativo de Carve, que le dio la más triste noticia de su vida en forma de titular catastrófico: ¡Incendio en un bar de Uruguay y Paysandú!
Fue hasta lo de una vecina, la única que tenía teléfono en el edificio, llamó al Iberia, que no respondía. Dejó a María del Carmen con la vecina, se tomó un taxi y allá se fue con el corazón en la boca.
Se imaginó miles de calamidades, pero la realidad era peor. El Iberia quedó totalmente destruido por las llamas, mientras corría un río por Florida para abajo, por toda el agua que habían utilizado tres carros completos de bomberos. Sólo quedaron en pie las paredes, las columnas, el mostrador y la heladera.
Babi vio a su esposo desolado, con las manos apretándose el rostro, ella también lo sintió en el alma, pero como buena gallega, en lugar de lamentarse, le prometió a su esposo: ¡de esta vamos a salir juntos! Desde ese día, ella fue casi todos los días a trabajar al bar.
Antonio Alonso murió en 1978, cuando el Iberia era un referente comercial de la Ciudadela. Babila tomó las riendas de su parte y en 1982 le compró la otra mitad a Ramón Fernández.
Babila adquirió el edificio, que hasta ese momento era alquilado e impulsó aún más el negocio.

Quinta narración
Toda historia necesita un encuentro de amor, para que no sea solamente una anécdota. La de Babila y Antonio es una historia de trabajo, perseverancia y amor.
Ella nació en Santiago de Compostela, hija de labradores. En la escuela, la maestra le vio tan buenas condiciones para el estudio que quiso llevársela a la ciudad, pero su padre no quiso porque debía trabajar la tierra y cuidar animales.
Llegó a Montevideo en 1924, porque deseaba conocer el mundo. La pasó mal al principio, hasta que consiguió un trabajo como cocinera en la familia Soler.
Antonio era asturiano de Villarmarzo, desde joven fue muy buen carpintero y albañil, pero su padre que lo empleaba, le pagaba muy poco.
Una tarde de 1949, trabajando en Navia, tuvo que hacer un hueco en una pared y para su sorpresa, encontró una bolsa de monedas de oro, escondida.
A nadie le dijo, menos a su padre y con ese dinero se vino a Uruguay en 1950.
Vino a trabajar con su tío, al Bar Mercantil de 18 de Julio y Martín C. Martínez y en 1954 se asoció con Fernández y Villamil para comprar los bares España e Iberia.
—“El amor es ciego”, dice Babila cuando recuerda a su Antonio, con quien tuvo una vida en común y tres hijos: María del Carmen, Rosario y José Antonio.
Se conocieron en 1955, cuando ella venía a ver a su amiga Manuela, que vivía en una casa inquilinato que quedada allí en frente, donde hoy está el Banco Central.
Al principio no quería nada, hasta que él, sintiéndose enamorado de ella, le suplicó a Manuela que intercediera. “Era tan simpático, tan encantador y tan cariñoso que luego de hablar con é fue imposible no enamorarme”, confiesa Babi.

Sexta narración
Elisa Saad, Chola, tiene 82 años, y es un tesoro viviente del Bar Iberia. Nació en Tacuarembó, su sueño era ser periodista. En su ciudad trabajó en La Voz del Pueblo, hasta que en 1962 se vino a la capital para tentar suerte en su pasión.
Aquí trabajó en Antares Auditores, de Ituazaingó y Buenos Aires, y de tanto andar por la zona se hizo parroquiana del Iberia.
Babi, Antonio y sus hijos son los únicos amigos de mi vida. Antonio era un hermano para mí.


Me gustaría morir en Tacuarembó, pero esta es mi casa, porque vivo aquí arriba”, cuenta Chola.
Ella cuenta la historia del Ruso Abelenda, patrón de barco, que vivía en el Reducto, pero que cada vez que baja a puerto se iba al Iberia, donde se emborrachaba con whisky.

El ruso era muy buena persona, pero vivía borracho. Lo que es el destino, el Ruso murió sentado en el comedor de su casa, tomando un vaso de leche”, cuenta Chola Saad.


Repertorio Musical
1. Le Fenix (Anne Vieu y Carlos Artega).
2. Sólo se trata de vivir (Lito Nebbia).
3. El tiempo del tango (Leo Ferré).
4. Volver (Carlos Gardel y Alfredo Lepera).
5. Mister Giorgina (Leo Ferré).
6. Las pequeñas cosas (Joan Manoel Serrat).
7. Lola (Leo Ferré).
8. La Foule (La Multitud, Edith Piaf).
9. Fragilidad (Sting).
10. Tango Che (Astor Piazzolla).
11. Nostalgias (Juan Carlos Cobian y Alfredo Cadícamo, cantado por Hugo del Carril).
12. La vida en rosa (Edith Piaff, película de 2007).
13. Gracias a la vida.

Leo Ferré
Fue un autor, compositor, intérprete, pianista y poeta francés que compuso más de cuarenta álbumes originales en un período de 46 años. Es el cantautor más prolífico de la lengua francesa. Se definió a sí mismo como anarquista, una idea que inspiró grandemente su obra. Junto con el belga Jacques Brel y Georges Brassens fue un emblema de la chanson.

Édith Piaf
El gorrión de París” en realidad se llamaba Édith Giovanna Gassion, fue una de las cantantes francesas más célebres del siglo XX. A ella se le deben canciones como: La vie en rose, Non, je ne regrette rien, Hymne à l'amour, Mon légionnaire, La Foule o Milord, conocidas mundialmente. También destacó como actriz de cine y teatro, participó en numerosos films y obras de teatro a lo largo de su carrera artística.