domingo, 25 de junio de 2017

Francisco Espínola, el narrador que no quiso vivir en dictadura


Paco se fue la noche antes

Monumento a Paco Espínola, en la ochava de
Club San José de las calles Batlle y Ordóñez
y 25 de Mayo, frente a la Plaza 33 maragata.
Fue una de las figuras cumbre de la narrativa uruguaya, un intelectual comprometido con la libertad, la fraternidad y los derechos más humanos. Un simbólico emblema de ese legado fue su muerte, el 26 de junio de 1973, en la víspera del golpe de Estado más cruel y doloroso en la historia del país. Carlos Martínez Moreno desarrolló una simbología muy profunda, que los maragatos nunca debemos olvidar. Si bien el cierre del Parlamento fue en la madrugada del 27, se venía preparando tan morosamente como la propia enfermedad de Paco, que prefirió no ver lo que iba a ocurrir en su país", afirma Mirtana López, investigadora, ensayista, profesora de Literatura, amiga cercana de Francisco Espínola.

Sobre la base del artículo publicado en el semanario Brecha (Montevideo, 26 de octubre de 2012), actualizado el 17 de noviembre de 2016

 Treinta y nueve años, cuatro meses  y cuatro días. Fue el tiempo que transcurrió desde la muerte del notable escritor y cuentista oral hasta la inauguración del primer monumento que evoca su memoria. “Es simple, de lenguaje plano y lineal, pero repleto de símbolos, como era él.” Así definía Heber Riguetti su obra “Paco Narrador”, que desde el 30 de octubre de 2012 ocupa la ochava del Club San José, en Batlle y Ordóñez y 25 de Mayo, frente a la céntrica Plaza Treinta y Tres de la capital maragata.
 
La foto de Francisco Espínola en la que
Riguetti se basó para realizar la 
escultura Paco Narrador.
Nacido el 4 de octubre de 1901, en el hogar de inmigrante canario Francisco Espínola Aldana, por entonces influyente caudillo de San José, y de Justina Cabrera Corujo, con su madre aprendió a observar a sus semejantes hasta en los mínimos detalles; y con ambos comprendió el significado de amar el “pago” y el compromiso con el Partido Nacional.
Victoria, la segunda hija del matrimonio, nació en 1904, pero Don Paco la conoció tiempo después porque estaba ausente como soldado de Aparicio Saravia. En setiembre fue herido en Masoller, y al año siguiente nació su tercera hija, Enriqueta.
Paco fue a estudiar Medicina en 1919, y al poco tiempo participó en las elecciones internas del Partido Blanco Independiente, en la “Lista de los poetas” del escritor Javier de Viana.
En Montevideo describía su casa familiar maragata en relatos orales que convocaban a ruedas interminables de amigos y compañeros. “Era enorme y señorial, de grandes patios cubiertos con pisos de piedra y en cuyo fondo se alineaban las caballerizas.”
Heber Riguetti, el escultor maragato
autor de Paco Narrador, en octubre de
2012 cuando fue descubierta su obra.
De Don Paco decía: “De él obtuve lo fundamental: formación cristiana, tradición criolla, devoción filial por los caudillos –mi padre es uno de ellos- paternal conmiseración por los infelices desheredados a quienes se daba amparo en la casa del abuelo y en su propia casa.”
En 1935, los Espínola padre e hijo, participaron en el levantamiento del Paso del Morlán, un paraje del departamento de Colonia, donde una treintena de rebeldes blancos independientes, batllistas, socialistas, comunistas liderados por el general Basilio Muñoz, y el propio caudillo maragato se enfrentaron a las fuerzas de la dictadura de Gabriel Terra.
Paco dejó su memoria de los hechos en una carta al filósofo Carlos Vaz Ferreira, que retrata mejor que nadie aquel episodio, mientras reconoce su miedo al peligro, a la violencia, y a la propia batalla en la que participó de saco, camisa y corbata, con un rifle que no funcionaba. El saldo fue de ocho muertos, decenas de prisioneros, incluido el escritor de 33 años.
Cuando estimó esa valerosa acción, Don Paco fue elocuente: "¡Estoy orgulloso de usted, m’hijo!" Al viejo jefe nacionalista nunca le importó la notoriedad literaria del joven, ni que fuera un celebrado cronista de la popular revista Mundo Uruguayo, del diario El País, ni sus celebradas críticas literarias en Marcha.
Nunca abandonó una simbología heroica a la que Paco solía aludir. “Mi padre… yo tendría ocho o nueve años, me decía: ¡usted tiene que tener un cuidado bárbaro!, más que nadie, porque usted es noble… Pero ¿sabés para qué me decía que éramos nobles? No para compadrear, sino porque así yo tenía la obligación de cumplir con los de atrás, siendo como ellos, imponiéndome deberes con todo el mundo, sirviendo a todos, y ¿qué es lo que noto yo ahora? Papá me leía también y estaba templándome. Me hacía querer y admirar a los grandes personajes.”
José Mujica en la inauguración de 2012.
–Sus irrepetibles cátedras de Literatura en el Instituto Normal, Enseñanza Secundaria y en la Facultad de Humanidades solo se comparan con sus Mateadas con los clásicos”. Así le llamaba Juan Carlos Onetti a aquellas notables clases abiertas transformadas en leyendas de la narrativa oral, inolvidables para una multitud de alumnos curriculares y asistentes “extracurriculares”.
Su obra se inició con Raza ciega (1926), a la que siguieron: Saltoncito (1930), relato infantil muy difundido en las escuelas, Sombras sobre la tierra (1935), La fuga en el espejo, pieza teatral estrenada en 1937, Las Ratas (1945), El rapto y otros cuentos (1950), Milón o el ser del circo (1954), un ensayo sobre temas estéticos.
“Sus páginas están dotadas de ese poder sugestivo que sólo poseen los narradores de garra”, afirmaba Alberto Zum Felde. En 1961 recibió el Premio Nacional de Literatura, y en 1968 publicó tres fragmentos de Don Juan, el Zorro. Una expresión representativa de la literatura latinoamericana contemporánea, que luego fue obra póstuma, editada en 1984, como una reconstrucción de fragmentos éditos e inéditos realizada por los críticos Arturo Sergio Visca y Wilfredo Penco.
En 1962 adhirió al Frente Izquierda de Liberación, junto con su amigo y cuñado Luis Pedro Bonavita (“otro maragato terriblemente olvidado”, afirma Mirtana López).
En 1971 se afilió al Partido Comunista y al Frente Amplio, en un gran acto público, ¡justo él! que había arriesgado la vida por la divisa blanca de su padre. Lo que nunca cambió fue un heredado amor por la democracia y la libertad.
Su muerte fue un emblema de ese legado. Falleció en la noche del 26 de junio de 1973. Un día antes del golpe de Estado más cruel y doloroso en la historia del país.

Paco y Don Paco
Los Espínola Cabrera en fiesta familiar de la
década de 1920. El cuarto de izquierda
a derecha, sentado, es "Don Paco", 
el tercero desde la izquierda con una
niña en la falda, el joven "Paquito".
Si Paquito fue una personalidad de la cultura uruguaya, su padre, el canario Francisco Espínola Aldana fue un personaje maragato.
Don Paco había nacido en 1871, en Yaiza, poblado cercano a un sitio de leyenda: la primera parroquia de San Marcial del Rubicón de Lanzarote, donde se inició la colonización de las Islas Canarias, muy a principios del siglo XV.
El periodista y político blanco luchó en las revoluciones de 1897 y 1904 lideradas por Aparicio Saravia.
En 1910, cuando participaba en la revuelta armada contra la reelección de José Batlle y Ordoñez, moría su suegro, Fernando Cabrera, quien tantas veces lo había cobijado en su estancia de Rincón del Pino, luego de sus aventuras contra el gobierno colorado de turno. Cabrera había cuidado la tropilla de caballos azulejos de Manuel Oribe.
En el alzamiento de Paso del Morlán fue uno de los jefes del frustrado motín contra la dictadura de Gabriel Terra, al que llevó a su primogénito que luego describió sus temores y su captura por las tropas gubernamentales, en una crónica memorable.
Francisco Espínola Aldana murió el 11 de abril de 1948, cuando Paco era una de las cumbres narrativas del país, ensayista, dramaturgo (que firmaba “Francisco Espínola hijo” por pura devoción paterna, según Carlos Maggi).

Cuando aún estaba en el taller.
¿Leyenda negra?
Paco no era amigo de protocolos, ni homenajes, pero ese no es el motivo de su mínima presencia en la ciudad. A su alrededor, el poder político maragato tejió una leyenda negra, al principio notoria, por mandato de la dictadura, pero con el paso del tiempo, y pese a que llevamos casi tres décadas de democracia, la censura persiste: más disimulada, más ambigua, pero igual de implacable. Es el castigo oficial al blanco que adhirió al Frente Amplio”, afirma el periodista Pablo Fernández, miembro de la comisión designada por el Club San José para coordinar la instalación del monumento, integrada también por respresentantes de sus otras dos pasiones intelectuales: la docente Mirtana López y el escritor Pedro Peña. Hasta entonces, Francisco Espínola solo estaba presente en una corta calle del barrio Parque Rodó y en una escuela. 

Un gran vacío
De niña, recuerdo a Paquito en mi casa, conversando con mi padre y otros amigos maragatos. Tenía en sus manos, un ramito de jazmines del país que mi mamá cortaba para ofrecerle. Sus lentes, redonditos, su frente anchísima, prominente su mandíbula. Era la década de 1950. Su voz y sus manos imantaban al pequeño auditorio. Estos amigables recibimientos cambiaron a partir de su admiración por la Revolución Cubana y su adhesión al Frente Izquierda de Liberación. Sus posteriores esporádicas visitas, respondieron a invitaciones institucionales, como conferencista.”
Carlos Martínez Moreno desarrolló una simbología muy profunda, que los maragatos nunca debemos olvidar. Si bien el cierre del Parlamento fue en la madrugada del 27, se venía preparando tan morosamente como la propia enfermedad de Paco, que prefirió no ver lo que iba a ocurrir en su país."
A Paco no se le ha criticado expresamente en San José; quizá porque es demasiado grande, pero sí se lo ha transformado en un gran nombre vacío. Los profesores y los maestros han intentado, con altibajos, revivir su obra. Algunos grupos teatrales locales, lo mismo. Pero ha faltado la decisión oficial de mantener viva su forma de relatar, su pensamiento, sus reflexiones éticas, estéticas, políticas, sociales. Bienvenida sea la obra de Riguetti si su fuerza visual contribuye a quebrantar la escasísima lectura actual, pero, paradójicamente, existe un riesgo: que un legado tan vivo quede hecho una estatua.”
Mirtana López, investigadora, ensayista, profesora de Literatura, amiga cercana de Francisco Espínola.

Heber Riguetti con su obra "Paco Narador"
recién terminada, en el jardín de su 

casa en San José de Mayo, 2012.
(Diego Praderi)
Con Heber Riguetti, autor de la escultura Paco Narrador
¿Cómo surgió la idea de crear una escultura de Paco Espínola?
Su obra no es nueva en mi trabajo, porque desde el punto de vista de la composición va como de medida con lo que más me gusta construir: figuras simbólicas. Hace unos años el periodista Sergio Saccomani, por entonces director de las radios del SODRE, me pidió que hiciera una estatuilla de Paco para un premio literario que se entregó aquí en San José. Hice dos bocetos, de los que eligieron el que llamé “Paco Pluma” por su forma más estilizada, y quedó guardado el otro: "Paco Narrador". Hace un tiempito vino a verme Rolando Silveira, presidente del Club San José, para contarme que deseaba colocar un monumento en la ochava de la sede social que da a la calle Batlle y Ordóñez. Le mostré el "Narrador", sentado a una mesa, tomando un café o un vino, y escribiendo, gestos tan típicos de Paco. Muchos maragatos aún lo recuerdan cuando pasaba las tardes en la antigua sede del Club San José. Yo nunca lo vi, porque no lo conocí personalmente, pero me hubiese encantado compartir una copa con él. Armé un boceto de 15 centímetros, escuchando anécdotas, mirando fotos y caricaturas, que pude transformar en una escultura geométrica, con grandes planos lisos, sostenidos por piernas que parecen un libro abierto. Hay una foto que me pareció una síntesis perfecta del personaje, en la que está fumando, sentado en una escalinata, mientras parece contar una de sus historias maravillosas. El resultado final es una imagen muy de plano, muy lineal: más figurativa de los hombros para arriba, y más abstracta hacia abajo. ¡Eso sí!, le saqué el cigarrillo de la mano derecha (se ríe).

Paco en la ochava del Club San José.
Su decisión sobre el formato de los lentes, dio lugar al debate. ¿Por qué no los hizo redondos tal cual aparece en tantas fotos?
Es verdad hubo un intercambio muy lindo de opiniones. La profesora Mirtana López, conocedora de la vida de Paco, me dijo que no era él sin los lentes redondos; pero investigando vimos que en sus últimos años ya no los usaba. Sobre la marcha fui resolviendo el diseño del rostro, algo que parecía sencillo, por lo característico del personaje, ¡pero que tuvo sus complejidades! Había que delinear elementos que lo identificaran, y me gustó jugar con las líneas de su frente limpia. La mano derecha parece más grande que lo normal, porque era la que utilizaba para expresar con mayor énfasis su gestualidad. Le quité el cigarrillo, porque no aportaba valor, pero compuse un humo imaginario con las líneas ascendentes de su tronco. La escultura es un conjunto dinámico, aunque Paco esté sentado. Y los lentes redondos quedan sugeridos en un armazón grueso, recto arriba, pero circular en la base, que permite mostrar su gesto narrativo, tan querible. Hice lo mismo en una escultura de Rodó, porque el personaje se reconoce por sus rasgos, es cierto, pero mucho más por su expresión.

Paco Narrador” fue financiado por un acuerdo del Club San José con el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. También hubo contribuciones anónimas de materiales y dinero, y de la marmolería Aníbal Abbate que donó el granito negro que recubre la base.

"Está donde lo merece"
"Fui a visitar a Heber (Riguetti) en busca de alguna escultura para colocar en la mejor esquina de la ciudad. La idea era regalarle al club una obra de arte, medio siglo después de inaugurada su sede social propia, un edificio vanguardista para su época, del arquitecto Ildefonso Arostegui. Heber me iba mostrando todo lo que tenía hecho, hasta que vimos esa figura de Paco... ¡y dejamos de buscar! No sólo por su belleza, sino porque además evoca al más genial escritor de esta tierra, injustamente relegado a la periferia por el nomenclator oficial. Está donde se merece estar: en el mismo sitio donde tantas veces se sentaba a tomarse un vinito, los más veteranos todavía lo recuerdan. Paco fue un parroquiano entrañable de la institución, y su memoria resume en sí misma la bohemia y la intelectualidad maragata."
Rolando Silveira, presidente del Club San José

Cuchara y pala
"Paco Narrador" es un monumento de 1.80 metros de altura, construido en mortero de arena y portland, reforzado por una estructura de metal. "Tiene el material y el hierro suficiente para soportar las peores travesuras", aseguraba Riguetti, quien utilizó las herramientas del albañil: cuchara, pala naceta, tenaza, cortafierros, soldadora eléctrica. Fue inaugurado el 30 de octubre de 2012, en la séptima edición de la Feria de Promoción de la Lectura y el Libro de San José.

Heber Riguetti
Heber Riguetti en la Exposición Travesías,
 Centro Cultural La Paloma, Febrero 2016.
(San José Ahora)
Nacido el 25 de febrero de 1948 en Montevideo, maragato desde los cinco años cuando llegó a San José de Mayo con su familia.
Se definía como un autodidacta de la escultura, sin ocultar su admiración y gratitud por sus maestros e inspiradores Hugo Nantes, Octavio Podestá y Nelson Romero. “Me encanta ver algo donde parece haber nada”, afirmaba en 2012, entrevistado en su casa luego de culminar "Paco Narrador".
Participó en más de 30 exposiciones individuales y colectivas, desde fines de la década de 1960, en Uruguay y el exterior.
En 1982 obtuvo el Primer Premio del 46° Salón Nacional de Artes Plásticas de Montevideo, en 1996 y 1997 realizó la “Mejor vestimenta de Murgas” del Carnaval capitalino.
Algunas de sus obras más conocidas: Garufo que desde 2003 se otorga a las figuras más destacadas del Carnaval de San José; Trabajador Rural (2007) ubicado en el bulevar Aparicio Saravia y Ruta 3, en la entrada de San José; Monumento a Pablo Bengoechea instalado en 2001 en Los Aromos, concentración del Club Atlético Peñarol; intervención vertical en el Teatro Macció que ocupa una esquina desde la planta baja hasta el Paraíso.
-
Colocando un querubín de la Plaza Treinta y Tres.
(Primera Hora, 2013)





En 2013 restauró uno de los querubines de la Pirámide a la Paz de Abril, símbolo escultórico maragato ubicado en la Plaza Treinta y Tres, luego que cayera en los festejos de la Semana de la Juventud de aquel año.
–Heber Riguetti, el artista plástico más representativo de San José en las primeras décadas del siglo XXI, falleció el 17 de noviembre de 2016, a los 58 años. En la tarde anterior había sufrido un accidente cardiovascular mientras trabajaba en su taller.

“Travesías”
–Fue la última gran muestra de Heber Riguetti. que convocó a multitudes en la temporada veraniega 2016 del balneario La Paloma.
–Entre febrero y marzo el escultor maragato expuso obras inéditas de gran porte alusivas a naufragios en costas uruguayas, en el marco del proyecto San José Demuestra.

viernes, 9 de junio de 2017

La Vuelta Olímpica creada por la Selección Uruguaya de fútbol campeona en los Juegos de París 1924

Con patente Celeste

La Vuelta Olímpica original de los uruguayos 
en el Estadio de Colombes, sede del fútbol
en los Juegos Olímpicos de París 1924. Un
rito triunfal se repite hace 93 años en todos 
los deportes, en todo el planeta.
(Museo del Fútbol de Montevideo)
La generación de futbolistas de la década de 1920 fue la más notable expresión del deporte uruguayo, liderada por el carácter del capitán José Nassazi y el talento de Héctor Scarone, considerado el mejor jugador del mundo hasta la aparición del brasileño Pelé. Ellos fueron los creadores de la Vuelta Olímpica, el rito triunfal más anhelado por los deportistas de todo el mundo, lueho de haber conseguido invictos la medalla de oro en los Juegos de París 1924, revalidada en los Juegos de Ámsterdam 1928. También fueron campeones de la Copa Mundial FIFA, disptada en Montevideo, en 1930, y de seis campeonatos sudamericanos, hoy llamados Copa América (1917, 1920, 1923, 1924, 1926, 1935).
 
Como la mayoría de los inventos más perdurables, fue creada casi sin quererlo, el 9 de junio de 1924, en el mitológico estadio de Colombes, sede principal de los Juegos de París.
La primera Vuelta Olímpica, símbolo de toda consagración deportiva, fue una manifestación espontánea de once bravos uruguayos luego de derrotar en una final memorable a la poderosa selección suiza. Colombes fue escenario de una hazaña sin par, que culminó con un 3 a 0 rotundo, con goles de Pedro Perucho Petrone, Pedro Vasco Cea y Ángel El Loco Romano. 
El torneo de fútbol de los Juegos que culminaron la VIII Olimpíada de la era moderna se disputó entre el 25 de mayo y el 9 de junio de 1924, con la participación de 22 selecciones en fase preliminar y enfrentamientos directos (playoff, matamata) a partir de octavos de final.
Equipo uruguayo que obtuvo la medalla
de oro en el fútbol olímpico de los Juegos
de París 1924:  Andrés Mazzali, José
Nasazzi y Pedro Arispe; José Leandro
Andrade, Alfredo Ghierra y José Vidal;
Santos Urdinarán, Héctor Scarone, Pedro

Cea, Pedro Petrone y Ángel Romano.
(Museo del Fútbol)
—En los días previos al debut uruguayo, en el ambiente del fútbol nadie imaginaba que aquel equipo para los europeos exótico, vestido con camiseta Celeste, iba a ser un protagonista que cambiaría la historia de la competencia y que crearía una de las ceremonias olímpicas que mantiene toda su vigencia más de nueve décadas después de la primera vez.
Quizá por tratarse de deportistas que provenían de un país desconocido, del remoto sur de América, quizá porque se contaban las peripecias que habían sufrido en un periplo oceánico parecido al sinfín, el diario francés Le Temps publicó en su edición del 26 de mayo, en la mañana previa al debut: "Nos apena que sean tan torpes estos jóvenes sudamericanos. Han venido desde tan lejos y tendrán que volverse después del primer partido."
El equipo uruguayo sorprendió de entrada por su juego vistoso y contundente, así goleó a Yugoslavia 7 a 0 y, tres días después, superó con autoridad a Estados Unidos por 3 a 0.
La prensa local cambió su postura inicial y comenzó a elogiar a los sudamericanos, que la tardecita del 1 de junio, en cuartos de final, golearon 5 a 1 a la selección de Francia, gran favorita del torneo. El viernes, en la semifinal, la selección de Holanda trató de frenar con un juego áspero a los sorprendentes artistas del balón, pero fueron derrotados por 2 a 1.
Los holandeses protestaron contra la decisión de un penal que decretó la victoria uruguaya, mientras la delegación Celeste recusaba la decisión del Comité Olímpico de nombrar a un árbitro holandés para dirigir la final. Los ánimos sudamericanos fueron apaciguados por un sombrero del que salió sorteado un nuevo juez, para ellos confiable: el francés Marcel Slawick.
En la otra semifinal, Suiza venció por 2 a 1 a Suecia, con dos goles de Max Abegglen, pero la selección helvética casi queda fuera del torneo por falta de finanzas. El pasaje de retorno en tren de los suizos tenía sólo una validez de diez días y, además, se habían quedado sin dinero para alargar su estadía. Un llamado del diario Sport a sus lectores aportó los fondos necesarios.
 Más de 10 mil hinchas no pudieron presenciar la final olímpica del lunes 9 de junio, se quedaron afuera del Estadio de Colombes cuyo aforo completo se vendió en pocas horas. Tal era la avidez por disfrutar la destreza, precisión y picardía de los uruguayos que superaron con claridad a Suiza. 
El equipo que obtuvo la medalla de oro formaba con:  Andrés Mazzali, José Nasazzi y Pedro Arispe; José Leandro Andrade, Alfredo Ghierra y José Vidal; Santos Urdinarán, Héctor Scarone, Pedro Cea, Pedro Petrone y Ángel Romano.
Tras el histórico partido, las dos delegaciones se saludaron caballerosamente y escucharon los himnos. Medallas doradas al cuello, los Celestes fueron aclamados por 60 mil espectadores. En ese momento los admirados atletas comenzaron a caminar, espontáneamente, por la pista que rodeaba la cancha.
Llorando, saludando a los franceses que les tiraban flores. Así dieron la primera Vuelta Olímpica. Un rito entrañable que sigue renovando cada gallardo triunfador de una justa deportiva.
Pedro Petrone fue el goleador del torneo con siete conquistas, mientras Héctor Scarone comenzaba a ser reconocido como el mejor jugador del mundo, pero los dos emblemas de aquella selección fueron el capitán José Nasazzi, líder del grupo, y José Leandro Andrade, La Maravilla Negra, la estrella más brillante de los Juegos parisinos.
Por la medalla de bonce Suecia y Holanda debieron jugar dos partidos, el primero empatado 1 a 1, y el segundo ganado por los escandinavos por 3 a 1, con dos goles de Sven Rydell.
—En 1941 la Confederación Sudamericana de Fútbol, actual Conmebol, designó aquella jornada memorable como "Día del Fútbol Sudamericano" (https://www.youtube.com/watch?v=0uFXa-N61XM).

Cinco partidos
26/05: Uruguay 70 Yugoslavia (Vidal, Scarone, Petrone (2), Cea (2), Romano).
29/05: Uruguay 30 Estados Unidos (Petrone (2), Scarone).
01/06: Uruguay 51 Francia (Scarone (2, Petrone (2), Romano).
06/06: Uruguay 21 Holanda (Cea, Scarone).
09/06: Uruguay 30 Suiza (Petrone, Cea, Romano).

 Una ráfaga celeste 
Selección uruguaya campeona olímpica en
Ámsterdam 1928. De pie: Juan Píriz, 
Juan
Pedro Arremón, 
Pedro Arispe, Álvaro Gestido,
Andrés Mazzali, José Leandro Andrade
y el entrenador Luis Grecco. Abajo:
José Nasazzi, Héctor Scarone, René Borjas,
José Pedro Cea y Roberto Figueroa.
En abril de 1924 llegaron a Vigo los jugadores de la selección uruguaya, en escala deportiva previa a los Juegos Olímpicos de París. En la mayor ciudad de Galicia jugaron dos partidos, el 10 de ese mes ganaron 3-0 y el 14, fue un rotundo 4-1. Ambos encuentros figuran en la galería de honor del equipo céltico: fue la única vez que jugaron contra un campeón olímpico y mundial.
Para los Celestes fue el primer contacto internacional, fuera de América del Sur, de un equipo que permaneció invicto durante seis años, que ganó dos medallas olímpicas de oro en fútbol, del primer mundial organizado por la FIFA, inventores de la globalizada Vuelta Olímpica.
La relación que vincula a la Asociación Uruguaya de Fútbol y el Celta de Vigo, desde siempre es de admiración, cariño y agradecimiento. La camiseta céltica es celeste, como la uruguaya.
Dada la fama mundial que tenía el Celta, en 1928, realizó una gran gira por America del Sur. Su primera escala fue Buenos Aires donde jugaron tres partidos, con una victoria y dos derrotas.
A su paso por Uruguay jugaron dos encuentros, perdiendo en ambos; al final, en Rosario, jugaron el último partido que dio la victoria a los rosarinos por 1-0. “El balance de la gira fue positivo para las arcas celestes y no muy buena para su imagen deportiva”, opinaba un cronista de El Faro vigués, que acompañó a la delegación.

El gol de córner de Cesáreo
Onzari a los "olímpicos".
(Museo del Fútbol)
Gol Olímpico
De regreso en América, y como parte de las celebraciones por el título de París,  el 2 de octubre de 1924 se realizó un amistoso entre los campeones olímpicos y la selección argentina, en la antigua cancha de Sportivo Barracas de Buenos Aires
—A los 15 minutos, y sin saberlo, el puntero argentino Cesáreo Onzari se metió para siempre en la historia del fútbol mundial. El jugador del Huracán porteño pateó un tiro de esquina y mandó la pelota al fondo de la red sin que nadie la tocara. ¡Gol!, gritaron alborozados los argentinos.
—Aquella rareza y el posterior triunfo albiceleste permitieron que esa insólita jugada trascendiera. De allí en más, cada vez que había un gol parecido se lo compraba con "el gol de Onzari a los olímpicos”. De allí a la eternidad, apenas un paso. La denominación "gol olímpico” se extendió por toda América y luego a Europa, en menos de un paso.

¡Tuya Héctor!
¡Tuya Héctor! Una jugada memorable,
que es frase popular de los uruguayos.
(Museo del Fútbol)
La medalla de oro del fútbol olímpico en los Juegos de Ámsterdam 1928, necesitó dos finales entre Uruguay y Argentina. En la primera empataron 1 a 1, con gol celeste de Pedro Petrone y del argentino Manuel Nolo Ferreira.
En la segunda, disputada el 13 de junio, ganaron los uruguayos 2 a 1, con goles de Roberto Chueco Figueroa y Héctor Scarone, mientras que para los argentinos convirtió Luis Doble Ancho Monti.
El segundo tanto de los bicampeones olímpicos es un patrimonio intangible de la cultura popular del país, retratado en la planta alta del Museo.
Un mural fotográfico describe una de las jugadas más memorables en la historia del fútbol uruguayo. La gloriosa peinada de René Tito Borjas para El Mago Scarone, al grito de “¡Tuya, Héctor!”. 

Celestes campeones del mundo en 1930.
De pie: Álvaro Gestido, José Nasazzi, Enrique
Ballestrero, Ernesto Mascheroni, José 
Leandro

Andrade, Lorenzo Fernández y el entrenador
Alberto Suppici. Abajo: Pablo Dorado,
Héctor Scarone, Héctor Castro, José
Pedro Cea y Victoriano Santos Iriarte.
(Museo del Fútbol)
Uruguayos campeones
La I Copa Mundial de Fútbol se desarrolló entre el 13 y el 30 de julio de 1930. Participaron trece selecciones nacionales: Argentina, Chile, Francia México, Bolivia, Brasil, Yugoslavia, Bélgica, Estados Unidos, Paraguay, Perú Rumania y Uruguay. Los 19 partidos del torneo se realizaron en tres sedes: Parque Central, Pocitos y Estadio Centenario.
Uruguay jugó contra cuatro rivales para ser el campeón. Venció a 1–0 a Perú y 4–0 a Rumania en la primera serie, 61 a Yugoslavia en la semifinal y por score “olímpico” 4–2 a la Argentina.
El equipo de la final: Enrique Ballesteros, José Nasazzi, Ernesto Mascheroni, José Leandro Andrade, Lorenzo Fernández, Álvaro Gestido, Pablo Dorado, Héctor Scarone, Héctor Castro, José Pedro Cea y Victoriano Santos Iriarte. El director técnico era Alberto Supicci.
Los goles uruguayos fueron de Dorado, Cea, Iriarte, Castro y los argentinos de Peucelle y Stábile. El juez fue el belga John Langenus.
Boicot
El Mundial de Uruguay 1930 contó con la menor cantidad de participantes europeos porque la mayoría no estuvo de acuerdo en venir a un país tan lejano, por lo difícil y costoso del viaje.
La respuesta de FIFA fue una circular en la que advertía que estaba comprometido el futuro del fútbol mundial. Sólo Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumania asistieron a la cita.

 El Mariscal
José Nasazzi, a la izquierda, con los jueces
de la final olímpica de Ámsterdam 1928 y
el capitán argentino Manuel Nolo Ferreira.
(Museo del Fútbol)
José Nasazzi fue el capitán de los olímpicos de 1924 y 1928 y de los campeones mundiales de 1930.
Siempre fue el jefe, el caudillo, el responsable, El Mariscal. Si a todos, jugadores y público, preguntaran quién podría asumir la representación más genuina de todo lo que fueron los olímpicos y campeones mundiales, nadie dudaría jamás en dar el nombre de Nasazzi.”
Las palabras del periodista deportivo Dalton Rosas Riolfo, despidiendo sus restos un 17 de junio de 1968, describen la personalidad humana y futbolística del líder de la generación de deportistas uruguayos más laureados de la historia. Verdaderos padres fundadores de la moderna "nacionalidad" y de la proyección internacional del país en los comienzos del siglo pasado.
Nasazzi nació en la Villa Peñarol en 1901, pero creció entre los barrios Arroyo Seco y Bella Vista, junto a otros campeones inolvidables: Pedro El Vasco Cea, Héctor El Mago Scarone, José Leandro Maravilla Negra Andrade.
Vistió sólo cuatro camisetas en más de dos décadas de deportista. La azul y roja del desaparecido Lito, la amarilla y blanca de Bella Vista, la alba de Nacional y la Celeste que le dio fama en todo el mundo.
Desde hace más de tres décadas, lleva su glorioso nombre la antigua calle Olivos, desde la Estación Lorenzo Carnelli de AFE hasta la avenida Agraciada, y el estadio del Club Atlético Bella Vista, ubicado en el corazón del Prado de Montevideo.

Tribuna Ámsterdam.
(CAFO)
Estadio Centenario, Patrimonio Mundial
El 18 de diciembre de 1982 la FIFA designó Monumento Histórico al Estadio Centenario por haber sido sede del primer Campeonato Mundial de Fútbol.
—La decisión unánime fue votada en la ciudad suiza de Zúrich, en una sesión de honor del Comité Ejecutivo de la Federación, presidido por el brasileño João Havelange.
Entre los argumentos se mencionaba que su construcción revolucionó a la arquitectura de su tiempo y que su concepto mantiene plena vigencia casi ocho décadas después. Pero hay una razón fundamental, explicada por el propio Havelange: el Estadio Centenario es el origen de una manifestación deportiva, cultural, planetaria, de la misma forma que la Olimpia griega fue para los Juegos Olímpicos.
Tribuna Colombes.
(CAFO)
Es también un homenaje al médico Atilio Narancio, a Roberto Spil y a José Usera Bermúdez, los dirigentes uruguayos que en 1925 soñaron con un Campeonato Mundial de Fútbol, y al diplomático que tramitó la idea, Enrique Buero, amigo personal del francés Jules Rimet, por entonces presidente de FIFA. La astucia de Buero fue decisiva en la reunión de Ámsterdam, de 1928, cuando propuso un torneo que se jugara cada cuatro años.
Tribuna Olímpica y su Torre.
(CAFO)
Entre el 17 y 18 de mayo de 1929, en Barcelona, se aprobó la fecha del primer Mundial y se recibió seis propuestas de sede: España, Holanda, Hungría, Italia, Suecia y Uruguay.
—El bicampeón olímpico, invicto, con toda lógica era el candidato natural. Su petición fue aprobada por aclamación, con la certeza de que sólo un país rico podría organizar el certamen en menos de un año. Un lluvioso 18 de julio de 1930 se inauguraba el Estadio Centenario.


El monumento Art Déco.
(Alejandro Sequeira)
Torre de los Homenajes
Fue una idea del arquitecto uruguaya Juan Antonio Scasso, concebida como un esbelto tributo Art Déco a los olímpicos de 1924 y 1928, muchos de ellos campeones mundiales en 1930.
Se eleva a cien metros de altura, en el centro de la tribuna Olímpica, como el mayor ejemplo original que también se nutre del expresionismo arquitectónico nacional. 
—De noche se la divisa desde muy lejos, realzada por grandes reflectores que la muestran tal cual es: monumental. Inspira tanto respeto, que en su parte alta se iza la bandera uruguaya cada vez que un acontecimiento conmueve al país.
—Posee un mirador al que se puede llegar en ascensor o subiendo sesenta escalones; desde allí se ve casi todo Montevideo: el puerto, las playas, el mar, el Cerro y muchas barriadas. Es imposible pensar en el fútbol uruguayo sin su Estadio, tanto, como es imposible pensar en el Estadio sin su Torre de los Homenajes.

El Estadio desde los pisos altos
del vecino Hospital de Clínicas.
(Trocadero Gabinete DDiseño)
"La idea de un estadio circular y no rectangular como la mayoría de los existentes en Europa a principios del siglo pasado, fue una innovación. El modelo lineal, con tribunas de madera techadas venía de las ciudades inglesas, y se explicaba por la abundancia de lluvias del clima británico. En el Estadio, el arquitecto Scasso concibió un proyecto absolutamente futurista para la época."
Andrés Morales, en Identidad nacional y monumentos. El caso del Estadio Centenario.

América, Olímpica, Colombes, Ámsterdam
Son las cuatro tribunas que se extienden armónicas a una altura de tres metros sobre el campo de juego, con un diseño elíptico que permite la visión perfecta desde todos los sectores.
Plano del Estadio Centenario impreso por
el Servicio Oficial de Difusión Radio
Eléctrica (SODRE) para informar
las ubicaciones del partido
inaugural del Mundial 1930.
(Museo del Fútbol)
Al oeste se ubica la Tribuna América, con dos entradas, una para el público y otra para el Palco Oficial y las cabinas de trasmisión. En ese sector funciona un Centro Médico Deportivo y el Colegio de Árbitros y allí está la placa en la que se lee: "Estadio Centenario Monumento del Fútbol Mundial.”
Al este se alza la Tribuna Olímpica, que al principio se llamó Montevideo, un nombre oficial que no prosperó. Es la mayor de las cuatro, tan grande que alberga la Comisión Administradora del Field Oficial (CAFO), oficinas de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Fútbol (AUDEF), la Asociación Uruguaya de Árbitros de Fútbol (AUDAF), la Escuela N° 100 y el Museo del Fútbol.
Entrada para la final.
(CDF)
Al norte está la Tribuna Colombes que recuerda el triunfo olímpico de 1924, con un sector destinado al tablero electrónico. Debajo funciona la Seccional 9ª de la Policía de Montevideo, una pequeña cafetería, un centro de emergencias médicas, la Liga Universitaria de Deportes y la Asociación de Funcionarios de Recaudación de la AUF.
Al sur brilla la Tribuna Ámsterdam, que evoca la victoria olímpica de 1928, la preferida de los hinchas, por ser la que recibe el sol de tarde.

El Estadio siempre cumplió con las medidas reglamentarias de FIFA: 100 metros de largo por 83 de ancho.

Tribuna  Ámsterdam en obra, diciembre de 1929.
(CDF)
Endomingados
La construcción del Estadio Centenio comenzó en agosto de 1929, con la nivelación del terreno, la apertura de zanjas para dar salida a las abundantes vertientes de agua que pasaban por un terreno anegadizo. Era una zona de tembladerales, donde nacían los arroyos de los Pocitos y de la Viuda.
Se formó así una especia de laberinto en el este del Campo Chivero. Desde el primer día, miles de curiosos se acercaban para ver las obras, pero los domingos era una verdadera manifestación popular. La gente iba a pasar el día, con sus viandas; llegaban desde toda la ciudad y también en excursiones desde el interior. Eran los “endomingados”.
Empate
Con el paso de las semanas y los meses, entre los "endomingados", en todo el país, se había formado dos bandos. Estaban los optimistas, que eran los menos, que decían que el Estadio llegaba a la fecha de inauguración del Mundial, y los pesimistas, que eran los más, que estaban convencidos de que no se iban a cumplir los plazos y que sería un papelón internacional.
La realidad tomó el camino del medio. El Estadio no estuvo pronto para la inauguración oficial del 13 de julio, pero sí para el primer partido de Uruguay.

Construcción de la tribuna Colombes con
el Hospital Pereira Rossell en el fondo.
(CDF)
En los descuentos
La superficie del Centenario es muy similar a la del Coliseo Romano. En un año de trabajo se excavaron 60.000 metros cúbicos de tierra en 450.000 metros cuadrados de terreno.
Entre febrero y julio de 1930 se instalaron 14.000 metros de cemento armado. En la última semana, del 10 al 17 de julio de 1930, hubo jornadas de tres turnos, con los reflectores del campo encendidos. 
—Pocas horas antes de su inauguración los obreros celebraron "la obra terminada". Una empresa suministró los 200.000 panes de gramilla para el campo de juego que debía estar pronto el 25 de mayo. Pero las lluvias atrasaron la tarea. No paró de llover en toda la semana previa a la inauguración. 
La noche anterior fue necesario
 secar la cancha con braseros y
estufas de queroseno, porque
no se había conseguido
una lona para protegerla.
(Museo del Fútbol)
70.000
Fue la cantidad de público que presenció el partido inaugural del Estadio y el primero que jugaba la selección uruguaya en el Mundial de 1930. Fue un viernes feriado, muy especial para el país, porque se celebraba el Centenario de la primera Constitución. Según el recordado periodista deportivo Ricardo Lombardo una multitud colmó las cuatro tribunas dos horas antes del comienzo del partido contra Perú.
“La gente esperaba ansiosamente el espectáculo, que tuvo un resultado a favor de Uruguay, era un nacimiento con historia y con gloria”, evocaba el cronista. Fue la jornada con más espectadores, más que en la propia final con la Argentina, cuando hubo 65.000.

102.000
El proyecto original del arquitecto Juan Antonio Scasso preveía esa capacidad de espectadores, pero la obra debió acomodarse a los recursos disponibles y a la falta de tiempo para su inauguración.

"Es nuestro Partenón. Como el Partenón trasciende a Grecia, el Centenario trasciende a Uruguay y a la propia FIFA. Es nuestro único Monumento Histórico del Fútbol Mundial, nuestro moderno Patrimonio de la Humanidad. Y cuando digo nuestro, me refiero a todos los hombres y a todas la mujeres, porque el fútbol es un bien cultural compartido por todos los habitantes del planeta.”
Joao Havelange, ex presidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol, en una visita a Montevideo, en 2000, por los setenta años del Estadio Centenario.

"Nunca vi ninguno tan completo. Es el primero del mundo que está destinado exclusivamente al fútbol."
Jules Rimet, antes del partido UruguayPerú, 18 de julio de 1930.

Pelota de la final de 1930 ganada
por Uruguay a la Argentina: 4-2.
(Museo del Fútbol)
Museo del Fútbol
La Asociación Uruguaya de Fútbol narra su gloriosa historia en un museo deportivo de prestigio internacional que preserva documentos, objetos e imágenes de la selección Celeste y de sus instituciones.
Está organizado en dos pisos de 3.000 metros cuadrados. En la planta alta hay una exposición permanente, con dos atracciones principales: la camiseta N° 5 del legendario Obdulio Jacinto Varela en la gesta de Maracaná y los objetos del Mariscal José Nasazzi, el capitán de capitanes.
Allí también se expone el mobiliario utilizado por los directivos Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, reunidos un 16 de diciembre de 1916 para crear la Confederación Sudamericana de Fútbol. Cientos de casacas deportivas, botines, banderas y trofeos, forman parte de un tesoro histórico.
En la planta baja está el área de exposiciones temporarias y el auditorio donde se exhibe una película del Mundial de 1930. La visita guiada incluye una recorrida por las tribunas, zona de vestuarios y campo de juego.

Los botines utilizados por Héctor Scarone,
el mejor jugador del mundo antes de Pelé,
en los Juegos Olímpicos de 1924.
(Museo del Fútbol)
Info
Ciudad: Montevideo.
Barrio: Parque Batlle.
Ubicación: Tribuna Olímpica del Estadio Centenario.
Teléfono: 24801259.
Visitas: Martes a sábado, de 9 a 17 horas. 
Cómo llegar: Líneas de ómnibus que pasan por las avenidas Italia, Alfredo Navarro, Ramón Anador, Américo Ricaldoni.
Foto histórica que describe la colocación
de la piedra fundamental del Estadio
Centenario, puesta sobre el propio
bloque de granito recuperado.
(Museo del Fútbol)
Secreto fundamental
El domingo 21 de julio de 1929, en un rincón perdido del antiguo Campo Chivero debajo de la Torre de los Homenajes se colocó la piedra fundamental del Grand Stadium Centenario que sólo tenía seguro su nombre, en honor a la venerable edad de la primera Constitución de la República Oriental del Uruguay.
Un trozo de aquel basamento fue descubierto en 2004, por técnicos de la Comisión Administradora del Field Oficial, cuando realizaba la tarea de instalación del ascensor panorámico que había sido proyectado por el arquitecto Scasso.
Una foto exhibida en el Museo del Fútbol muestra el acto presidido por César Batlle Pacheco, en representación del Consejo Nacional de Administración, gobierno colegiado de la época, cuando fue colocado el bloque de granito original.